Sueños de un hombre con cámara

Cada caminata es un sinfín, aunque sea por un gran bosque nativo o un pequeño cerro…
No vivo de esto, claro está, pero si me lo quitan me muero.

Llevo cerca de ocho años portando una cámara para registrar la mayor cantidad de
fauna de Chile, recorriendo lugares que jamás pensé conocer.

Estudié Diseño Gráfico Publicitario, pero terminé trabajando en otra cosa,
con horarios bien duros que no me permiten salir a terreno las veces que yo quisiera.
Más no me deprimo y disfruto cada salida, haciéndola especial a cada paso.

Recuerdo con especial cariño cada foto que hago, el lugar que estuve, la gente que
me acompañaba en ese momento… Cada foto tiene una historia.
Sed, a veces hambre, insolación, pero por sobre todo mucha amistad y risas.

El camino del fotógrafo de Naturaleza también tiene algo de solitario.

Y es que esto no se ama a medias, se ama para siempre, te enamoras de cada ser, del aire, los insectos, las aves, la luz que circula entre tu lente y sensor, buscas que cada persona que vea tu fotografía sienta, respire, camine y perciba lo que tu viste.
Muchos me preguntan ¿Para qué? Y yo respondo, para preservar y proteger lo poco que nos queda.

No suelo buscar cualquier foto, también me exijo, buscando tal vez lograr la mejor imagen
de cada especie que veo en terreno… Y eso sentí hace dos veranos, cuando pude ver una especie que soñaba.

Emprendíamos un viaje corto, de tres días por la laguna del Maule.
Acompañe a un pequeño grupo de pescadores de Trucha que se reúnen una vez al año.
El sol quemaba como nunca y el viento soplaba moviendo todo a su paso.

La Laguna del Maule es un lugar que posee un clima especial, de cordillera dura, seco y húmedo a la vez. Con especies únicas que habitan solo allí, a 250 Kilómetros de Santiago.

La misión esa vez era capturar a una especie que me encanta,
El Yal Cordillerano (Melanodera xanthogramma) y por supuesto, volver a mi casa con la mejor foto.
Dos de tres días no tuve éxito alguno, caminando muchas horas entre las piedras volcánicas
y la Laguna, solo encontrando un Zorro Culpeo (Lycalopex culpaeus) y un par de Lagartijas endémicas.

Llegaba el tercer día, con ello la frustración de pensar que por tercer año consecutivo
no lograba ver a este anhelado ser que me quitaba el sueño hace tiempo!
Hasta que ocurrió.

Era el 8 de Diciembre del 2015, la luz solar se iba ya de mi espalda.
Miraba por el lente de mi cámara usándola como telescopio, cuando a unos 200 metros
veo una mancha amarilla.

La emoción fue automática cuando comprobé que esa “mancha” era lo que me había llevado hasta allí. El Yal Cordillerano, en gloria y majestad, a las 17.30 y algo, recuerdo la hora porque calculé “cuanto me queda para hacer la foto”.

Me tumbe sobré el barro cerca de una pequeña vega con nieve, el frío no importaba y mucho menos el sol abrasante.
Pasaron algunos minutos y usé su vocalización para atraer al Yal hacia mí.
Y así fue, no tardo en escucharla, emprendiendo vuelo a tan solo 5 metros de mi cámara.

Lloré (Si, sin ninguna vergüenza lo cuento) en el instante en que a través del ocular de mi cámara observé a ese amarillo ser volador,
alimentándose tranquilamente, ignorando mi presencia.
Empecé a hacer las fotografías y solo me detuve cuando sentí la seguridad de que había cumplido la meta, traerme de regreso la mejor foto que existe de esta especie en Chile.

Aquella felicidad duro mucho, una hora y cuarenta minutos aproximadamente.
Más que muchas cosas de la vida, hasta que por voluntad propia el pequeño Yal
decidió volver a sus terrenos de nieve y rocas, a su nido desconocido, a 2600 Metros sobre el nivel del mar.

Hoy en día, cuando quiero recordar uno de los mejores momentos desde que hago
fotografía de naturaleza, me sumerjo en la carpeta que guarda estas fotos…
Sin lugar a dudas, un tesoro que conservo como el mas grande de los días de mi vida.

Ricardo Varela V.-
Fotógrafo de Naturaleza y Vida Silvestre

 

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